129. ¿Y EL QUESO DÓNDE ESTÁ?

Lunes 2 de septiembre

Me desperté a las 7 de la mañana, igual creo que descansé bastante. Jose también estaba despierta trabajando así que charlamos un rato, todavía estamos en mismo huso horario. Después de un rato, decidí intentar dormir un poco más, el día es demasiado largo si no. Ayer fue un día bastante frustrante y dolorido, nada de gravedad, pero de esos días que mejor dejarlos en el pasado. Mi cabeza obviamente que siguió sin parar toda la noche. Así que lo primero que hice cuando me levanté fue abrir un Excel, armarme las distintas hojas e ir poniendo los diferentes ítems que quiero ir logrando en este tiempo. Una vez que lo dejo por escrito, mi cabeza puede descansar un poco. Tomé las pastillas del día y hablé con papá para que pase por la farmacia a buscar la última tanda de filgrastim de mi vida, tremendo. Creo que me van a sobrar y voy a tener que investigar a donde donarlos, mientras estarán resguardados en la heladera.

Desayunamos con Andy, esta vez cocinó él. Me siento mucho mejor que ayer pero me estoy manteniendo en la silla, vamos de a poco. Él se preparó huevos revueltos con quesadilla y me hizo una para mí. Aproveché para escribir el capítulo y también revisar lo que me había respondido Eduardo, de la imprenta. Quise sacar dos hojas del libro que no me gustó cómo quedaron impresas pero no es posible hacerlo porque se necesita un mínimo para que quede bien la impresión en tapa dura. Voy a tener que pensar qué hacer para ocupar esas cuatro carillas con el material que tengo, no le voy a pedir más dibujos a Lu. Me puse en contacto con Lu y Sonso, que justo estaba hablando. Se copó mandándome mil ideas, pero para el futuro, ya las encararé. Ahora tengo que concentrarme en terminar este, ¡ya lo quiero tener! Se ofreció a ayudarme con cosas de diseño y me tiró algunas ideas.

Llegan papá y Jose que venían a almorzar para liberar a Andy. Pero al final estuvo tan a mil que se terminó quedando a almorzar y después se fue. El menú de hoy es: mix de ravioles de calabaza y mozzarella con ravioles de verdura y mozzarella servidos con una salsa cremosa de puerro y camarones, en mi caso sin, porque no me gustan. Por supuesto todo auspiciado y acompañado por los pancitos del cielo, infaltables. Jose tenía un rato más previo a la peluquería pero no era suficiente para una podrida, así que optamos por un rapigrama. Jose venía muy bien, nunca hizo menos de 35 puntos por mano, que es un montón. Todo indicaba que iba a salir campeona, estábamos en la última mano y la única chance de pasarla era haciendo más de 50 puntos. Imposible, nuestro máximo hasta hoy había sido 48 puntos. Tiro los dados y me toca la “z”, vale 10 puntos, si la usas bien hay posibilidades. Llegué a usar todos los dados, me sobró tiempo y… hice 57 puntos, ¡récord máximo mundial que me llevó a ser la ganadora del día! De más está decir que Jose no estaba muy contenta y papá ya estaba furioso que no lo habíamos dejado usar la palabras “vox”. Si alguien de acá sabe qué es y cree que deberíamos habérsela contado por favor dígalo (jugamos solo en español, no valen nombre propios).

Terminado el juego, Andy y Jose se fueron a sus respectivas actividades y con papá aprovechamos para dormir una buena siesta. Me quedé un rato pensando en qué hacer con el libro, hasta que desistí y decidí dormirme. Dormí dos increíbles horas, creo que la mejor siesta de este año.

Me costó mucho salir de la cama, papá ya estaba levantado y había bajado a estirar las piernas. Antes de bajar me preguntó si necesitaba algo, pero teníamos todo para la noche. De repente me acordé del queso fresco y decidí ir a revisar la heladera antes de pedirle que compre. Me levanté, abrí, primero miré sin mover nada pero no estaba, decidí chequear en los tuppers (idea magnífica de Rosita para guardar el queso, siempre está impecable). Tampoco aparecía, moví un par de cosas, pero nada. Le pedí que por favor lo comprara, tuvo que ir a dos supermercados porque en uno había una fila enorme. Cuando llega a casa abre la heladera y, había un queso fresco en frente suyo. Me grita que vaya a ver y obvio que voy pero segura de que me estaba haciendo un chiste y había comprado dos. Resulta que no, efectivamente había un queso fresco, en frente mío, a la altura de mis ojos, mirándome. Todavía no entiendo cómo no lo ví, ¡para mí no estaba ahí!

Terminado el bochorno de no haberlo visto, me como un pancito con dulce de leche, nada de chocolate, ¡me estoy portando bien! Llega el momento filgrastim, hoy es el encargado, hace muchísimo no le tocaba. Jugamos un burako pero llega Rafi a traerle el auto, como Andy no había llegado, sube un rato. Nos ponemos a charlar y recordar una situación suya de cuando se fue de viaje a Perú y casi no vuelve. Está para que sea contada por Gisele Sousa Dias, por suerte sobrevivió y está acá. Después de esa experiencia aprendió a no hacer pavadas. Creo que igual, los cuatro tenemos alguna historia medio terrible en algún viaje con amigos. En el caso de él, estaba justo en los días que viajaba solo, bastante más grave y estresante.

Llega Andy y ellos se van a comer una parrillada, qué bien. Andy se pone con los zapallitos, hoy comemos tarta. Él propuso zapallitos revueltos pero me da pena que desayuna huevos revueltos todos los días, bastante similar. Yo me ocupo de las masas y de paso le armo unas “empanadas” de queso de entrada con la otra tapa de tarta que nos sobra, idea de Rosita. Estaba chocho que le había enseñado a hacer tarta de zapallitos, es tan lo más. De postre, propuso que compartamos una bomba de La Aldea, está muy fanático. Jugamos un burako en el cual salí campeona. Mientras mirábamos Survivor, ¡finalmente llegué a lo que tanto creía que iba a ver! Ya era muy tarde, se nos pasó el tiempo demasiado rápido. Siendo la 1:30 h de la mañana decidimos rezar juntos e ir a dormir.