107. CHAU SILLÓN

Domingo 11 de agosto

Lo bueno de dormirse tan tarde es que estaba agotadísima. Dormí casi de corrido hasta las 11 de la mañana, obvio que me desperté al menos tres veces pero no fue difícil conciliar el sueño después. Por primera vez desde que todo empezó no necesité ir al baño, ¡lo-cu-ra! ¡Buen día para mí, buen día para todos! Estoy muy feliz de estar en casa, de despertarme en mi cama, que no entre nadie a revisarme, traer medicamentos o comida, limpiar, cambiarme bolsas, entre otras miles que se hacen internada. Aproveché para estar un buen rato en la cama, debería haberme levantado a tomar las pastillas hace tiempo, pero anoche también las tomé tarde. Se supone que son cada 12 hs, y son más los días que estoy en casa que los que estoy en el sanatorio, considero que puedo poner un nuevo horario. Al principio me portaba demasiado bien, pero se hace largo y las cosas que antes obviaba o no les daba importancia, empiezan a tenerla ahora.

Después de un buen rato y de que Andy haya venido a saludarme a la cama, decido levantarme. Tomo el omeprazol primero, Andy se pone a limpiar la cocina y yo empiezo a hacer quesadillas de desayuno. Ya es tardísimo así que es un desayuno medio exprés para después almorzar, creo que estamos los dos con bastante fiaca. Nos sentamos a jugar al burako y ¡nuevamente me gana! La primera partida parecía que me iba a ir muy bien pero el tipo está aprendiendo y no para de hacer canastas. Hasta aprendió a sostener las miles de millones de cartas, obvio que sigue con sus pocitos en la mesa pero mucho más organizado, estoy orgullosa, lo vamos a sacar bueno. En su casa no son de jugar tanto a las cartas como en la mía. Nosotros siempre que vamos al campo jugamos a algo, no puede ser de otra manera, es parte del ritual.  

Después de matarme, porque eso fue lo que hizo, bajó a comprar algunas verduras y pancitos del cielo, los extrañábamos. Él comió los fideos gratinados y yo me hice sándwich de milanesa, no tenía mucha hambre. Sumado a eso, suelo tener un “gusto” raro en la boca, no es un sabor, quizás es una sensación. Al punto que no tengo ni ganas de tomar agua, cuando me acuerdo, me obligo a tomarme un vaso entero así cumplo. Yo siempre fui muy amante del agua, es terrible esto.

Andy se fue con sus amigos y yo me quedé en el sillón, derretida. Llegó mamá, ella siempre con mil cosas. Obvio sus tejidos, ¡ya casi tiene listo el sweater de Male y mi chaleco! Trajo mis dos sweaters que se había llevado a lavar a su casa, clave. Una tortita de postre para ella, por las dudas, yo no salí de un capullo. Me armó la cama, organizamos un poco mis planes para estos días pre última internación y me fui a acostar. Yo quería dormirme, mismo puse alarma una hora después, no quiero pasarme y a la noche no dormir. Pero no había forma, mi cabeza andaba a mil vueltas planificando, organizando, pasando pendientes, divagando también. Me dormí y sonó mi alarma, pero estaba tan dormida que la apagué y seguí durmiendo. Le había dicho a mamá que no me deje dormir más de una hora pero se ve que ella también se durmió, nos despertamos a la misma vez. 

Se quería morir que había organizado hablar con Jose en un horario, pero se olvidó el teléfono en mi cuarto y se quedó dormida, con lo cual nunca habló. (Jo, no te enojes, me estaba cuidando a mí). Mientras yo intentaba dormir, mamá se ocupó de ordenar toda la casa, es muy lo más. Descolgó la ropa, la dobló, limpió platos, yo no sé por qué sigue viniendo, termina trabajando sin parar. Me tomé un nesquick caliente, para no tomar agua pero sí algo de líquido. Y nos pusimos las dos a dibujar y bordar, “habilidad adquirida” en esta nueva etapa, por parte de las dos. Yo con hilos y ella en lana, le va a hacer flores al sweater de Male. Nos copamos bordando y charlando, pero me doy cuenta que no me banco mucho el sillón estos días.

Los primeros días post internación ya les conté que me duele todo, tengo un nivel de hipersensibilidad abrumador. Apenas me tocás me duele, más que nada la parte superior del cuerpo: cuello, hombros, brazos, costillas. También me pasa con la cadera, no la siento 100% adherida a mi cuerpo, cualquier mal movimiento la va a descolgar de mí, así que todo con mucha calma y lugares duros. El sillón es medio blando, y siento que soy como una bolsa de huesos, en un lugar duro queda como está pero en un lugar blando, se desparrama todo. Por supuesto, todo esto son sensaciones. Mi físico está cambiando y no me gusta para nada pero tampoco tengo tanta energía como para ponerme a hacer deporte, ya llegará.

Volvió Andy, y con él, el momento “maldito filgrastim”. Pobre, tiene muy mala fama pero es mi salvador. La última vez compramos mil jeringas pensando que eran de las buenas. Me volví loca tratando de que el líquido del frasquito ingrese, finalmente lo logré y le tocó a Andy el pinchazo. Se me hizo eterno, no terminaba más. Según Andy le costó bastante pincharme, por suerte de eso no me enteré. Él se puso a cocinar y con mamá continuamos con nuestros bordados. No quiso quedarse a comer así que nos despedimos.

Hoy Andy preparó bifes de lomo con su riquísimo y cremoso puré de papa y zanahoria, qué producto del bien. Parecía que había hecho puré para mil personas pero se ve que nos gustó mucho, porque al final tanto no sobró. Yo comí con ganas, no había almorzado mucho ni tampoco tomado el té. Comimos viendo el capítulo de “El encargado”. Yo me fui a bañar y él a trabajar al escritorio.

Después fui directo a la cama, no puedo estar en el sillón, creo que por toda esta semana, suele ser así, una fiaca. Charlamos de nuestro día, los dos cansados, rezamos juntos y nos fuimos a dormir.

PD: No hay fotos de hoy, día de recuperar fuerzas e intentar que nada duela. Les dejo en la portada la foto del día que el sillón llegó a casa para hacernos muy felices.